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¿Tienen cura los Trastornos de personalidad?

En general SÍ tienen cura los trastornos de personalidad, salvo algunas excepciones consideradas de gravedad alta e intensamente disfuncionales debido a circunstancias contextuales o personales (déficit de apoyo ambiental, de recursos humanos, materiales, poca predisposición al cambio, etc.).

Habría que tener en cuenta, que utilizamos el concepto de “cura” en salud mental para referirnos a cuando la persona recupera la funcionalidad en su vida, en sus relaciones importantes, en su adaptación a diferentes situaciones sociales, y existe una consistencia en su identidad y capacidad para autodirigirse.

Muchas personas que conocen a personas afectadas por algún trastorno de personalidad, y los propios afectados, piensan que es una condición que no tiene cura debido al desgaste motivacional ocasionado por años de terapia con diferentes profesionales sin que haya un avance consistente y duradero.

Lo cierto es que no todos los psicoterapeutas están formados para tratar trastornos de personalidad debido a que requiere una especialización y conocimientos profundos del tema, ya que son considerados trastornos mentales de alto riesgo en salud mental, con una gran variedad de síntomas que suelen estar asentados en la personalidad de la persona afectada  como si se tratase de una estructura sólida, cuya sintomatología en formato de creencias, afectos y conductas están aparentemente arraigadas en lo más profundo del ser de la persona afectada.

Por lo tanto, a pesar de que podemos hablar de que sí tienen cura los trastornos de personalidad, el cambio será más lento, y esto es importante tenerlo en cuenta para poder establecer metas y objetivos realistas, y manejar mejor la frustración durante el proceso terapéutico.

Hay que tener en cuenta que los trastornos de personalidad están formados por un grupo variado de desórdenes, y algunos son más fáciles de cambiar que otros. Durante el proceso terapéutico toma especial relevancia el deseo de cambio de la persona, la paciencia, la tolerancia a la frustración, el manejo adecuado de la sintomatología a nivel farmacológico, y el apoyo ambiental de la persona.

Sí tienen cura los trastornos de personalidad, cuando la persona afectada consigue una identidad básica, es capaz de transformar sus impulsos en deseos más maduros, y se ve capaz de autodirigir su propia vida sin dependencia ni interferencias por parte de otros.

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Los impulsos como conductas repetitivas y estrategias interpersonales disfuncionales

En los trastornos de personalidad, las conductas repetitivas según el tipo de trastorno de personalidad, se entienden como estrategias interpersonales desarrolladas a partir de la interacción entre la predisposición genética y las influencias ambientales. Estas estrategias de relación suelen estar hiperdesarrolladas en algún aspecto en los trastornos de personalidad, en contraposición con otras estrategias que están subdesarrolladas.

En los trastornos de personalidad, suele existir una inadecuación entre la conducta repetitiva y las exigencias del ambiente (además también suele haber experiencias traumáticas específicas), lo cual genera una situación de inadecuación con el medio social que es lo que se comprende como trastorno de la personalidad, en los que existen pautas de conductas inflexibles y relativamente incontroladas.

Las personas afectadas por los trastornos de personalidad desarrollan una vulnerabilidad cognitiva que les hace sensibles a las experiencias vitales. Esta vulnerabilidad está compuesta por creencias extremas, rígidas e imperativas.

La capacidad que tenga la persona de modificar las situaciones agravantes de su entorno inmediato y más relevante (cambio de trabajo, posibilidad de descanso temporal, recursos económicos, cambio del estilo de vida, etc.) también serán de especial importancia, así como el apoyo de los seres queridos y allegados (que no sean reforzadores negativos en la aparición repetitiva de la conducta disfuncional).

Se entiende que cada persona tiene un perfil único de personalidad, y que está formado en gran parte por los diversos grados de probabilidad de responder de una manera u otra a cierta intensidad de una situación particular.

En las personas afectadas con trastornos de personalidad, se dan las mismas conductas repetitivas en muchas más situaciones que los demás, desencadenándose una compulsión repetitiva que se comienza a extender a casi todas las situaciones con todos o con algunas personas más cercanas. Cuando sucede esto, se observa como los trastornos de personalidad quedan dotados de generalización excesiva, inflexibilidad y resistencia al cambio; por lo que muchas situaciones que generan algún tipo de reacción en los contenidos mentales de las personas afectadas, activan estas conductas y estrategias disfuncionales, en lugar de activar conductas y estrategias más adaptadas a la situación y al beneficio real de la persona.

La adaptación al medio (personal, social, laboral/académico, familiar, etc.)  de la persona afectada es clave para comprender la gravedad del trastorno de personalidad. Y aunque si tienen cura los trastornos de personalidad mediante una psicoterapia adecuada, conseguir que la persona afectada logre una adaptación funcional a su entorno clave para valorar la recuperación de la persona.

El éxito del proceso terapéutico, muy a parte de la técnica del profesional y la motivación de la persona afectada, también está influenciada por las tendencias innatas de la persona, ya que no es lo mismo haber desarrollado un trastorno de personalidad por hechos traumáticos de orden secundario debido a situaciones específicas como bullying, agresión sexual, o algún evento específico o repetido en el núcleo de la familia; que no por ser una pauta conductual relativamente estable desde el nacimiento, lo cual puede empeorar el pronóstico.

Cambios en la estructura de personalidad y la sintomatología relacionada

Hay que prestar especial importancia a la sintomatología incapacitante que se experimenta en los trastornos de personalidad, ya que la persona puede tener una fuerte sensación de que no avanza debido al malestar fisiológico que experimenta.

Aunque los síntomas que suelen ser más recurrentes en los trastornos de personalidad son la depresión y la ansiedad, se debe tener muy en cuenta que el hecho de que esta sintomatología remita no garantiza el éxito de la terapia, ya que las creencias, afectos y conductas de la persona que están asociados a trastornos afectivos y ansiedad (más comunes y fáciles de tratar) tienen más propensión a una mejoría rápida; pero si la estructura de la personalidad no se ha trabajado, lo más probable es que también reaparezcan con facilidad los cambios en los estados de ánimo y la ansiedad, empeorando y retroalimentándose constantemente con las ideas nucleares y las situaciones agravantes presentes en los diferentes tipos trastornos de personalidad.

Las creencias e interpretaciones distorsionadas que preceden a las conductas disfuncionales en las personas con trastornos de personalidad se encuentran estructuralizadas, es decir, que han sido incorporadas a la estructura cognitiva normal. Por este motivo, es muy necesario que tanto el paciente como el terapeuta generen una buena alianza terapéutica, donde exista confianza y cooperación en el proceso terapéutico, donde se ha de reconocer que existen ciertas creencias básicas en la persona afectada que actúan de modo automático y muchas veces es imperceptible a la consciencia en una primera fase de la terapia, que estas creencias y conductas están profundamente arraigadas y que hace falta una revisión crítica del modo de interpretar la realidad y las relaciones con los demás.

Sí tienen cura los trastornos de personalidad si se consigue producir el cambio estructural necesario, pero esto toma su tiempo, y es obviamente necesario conocer cómo funciona esta estructura de personalidad de manera individualizada, y comprender cómo se ha configurado y cómo se ha de ir reconstruyendo.

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